27 de septiembre de 2008

Capítulo 4

Capítulo 4.- Sentimiento inevitable

Movía su cabeza hacia el hombro, primero uno y después el otro, para acomodárselo, siempre se le hacía más largo el viaje de regreso de la Universidad, seguramente era por el tráfico, se pasó la mano por su cabello platinado desordenándolo un poco.


Estúpida Kagome… ahora era tan diferente a como la recordaba, bueno, de lo poco que recordaba mejor dicho, en los últimos dos días habían hablado más que en toda su vida de “hermanos”.
Entro a la gran mansión, por primera vez se sentía un poco solo… ¿Por qué era?, ni siquiera él tenía aún la respuesta…


- Buenas tardes Señor Inuyasha- hablaron detrás de él, brincando un poco
- ¡Mioga! Me has asustado…- dejo salir un suspiro de alivio


Mioga era un anciano que trabajaba ahí desde que él tenía memoria, era casi parte de la familia, tenía un mostacho blanco, adornado su rostro, al igual que el color de su escaso cabello, le llegaba a los hombros al joven, debería ser seguramente por encorvado que estaba, y rió, haciendo que su rostro se deformara un poco, debido a las arrugas que se encontraban en todo el rostro.

- Discúlpeme… solo venía a decirle que la comida se servirá cuando usted diga- mantenía sus manos en su espalda
- eh…-pensó un poco rascándose la cabeza, ¡pero que mas daba¡ ella había decidido quedarse- que la sirvan ahora


Comenzó a comer, ese fin de semana le hizo extrañar la comida de la cocinera, el timbre sonó solo una vez, pasaron unos minutos y se vio como la chica pasaba por el comedor hacia las escaleras

- ¿¡Señorita no va a comer!?- dijo lo más alto que pudo, la edad le estaba quitando las fuerzas
- no tengo hambre, gracias- subió rápido las escaleras, lo menos que quería en ese momento era verle la cara a su medio hermano.


Inuyasha no le dio importancia, total la que pasaría hambre sería ella, no él.

El despertador sonaba, sin darse cuenta se había quedado dormido hasta la mañana siguiente, abrió un ojo y después el otro, miró el reloj del aparato que lo despertaba cada mañana, ese día s ele había hecho tarde, había caído en un profundo sueño que ni siquiera el asustadizo sonido del aparato lo pudo levantar.

Maldijo varias veces para después meterse a bañar y salir completamente limpio.

- Que tenga buen día Señor Inuyasha- se topó al anciano en la puerta
- Gracias…- se paró antes de salir- Mioga… ¿y Kagome?- aún no se acostumbraba a que ella estuviera ahí.
- ella salió hace un rato, seguramente a la Universidad- trato de adivinar- es bastante madrugadora Señor- sonrió
- y…- no sabía si preguntar o no, pero bueno no tenía nada de malo preocuparse aunque fuera un poquito por su sangre ¿no?- ¿bajo a comer?
- no señor- negó con la cabeza- después de que subió a su habitación no bajo en todo el día, hasta hoy por la mañana-
- ya veo… - salió de la gran mansión hacia su automóvil.

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Se agarró el estómago, le dolía de hambre, no había desayunado, y el día anterior se mantuvo con un refrigerio que hizo al medio día.


Todo por no querer estar lidiando con Inuyasha… aunque a decir verdad, había cambiado, no era tan indiferente con ella como cuando niños, apoyó su cabeza en el cristal del autobús, antes había tomado el subterráneo y una conexión, todo por ser testaruda y orgullosa, veía como los paisajes cambiaban conforme avanzaba el transporte lo hacía, los pocos árboles se convirtieron en grandes edificios, y los automóviles se hacían más concurrentes.

Todo el camino en bus pensó en él, en como era su relación de pequeños, y en lo que se había convertido ahora… Inuyasha nunca fue feo… a decir verdad siempre se le hizo bastante lindo, pero ahora… no era lindo, era infinitamente atractivo, recordó su rostro, cada facción en él, cuando lo vio de cerca, el día que le pintó la nariz… se la tocó al recordar el momento, rió, la vez que se reencontró con él, la vio sin camisa… se sonrojó levemente…un momento, pero en que estaba pensando… ¡por Kami! ¡Que era lo que estaba pensando!

- ¡Buenos días Higurashi!- se la topó un chico de ojos color azul cielo, el cabello negruzco agarrado por una pequeña coleta

Si, aunque era hija del gran empresario Inuno Taisho no llevaba su apellido, llevaba el de su madre, según tenía entendido, era lo que habían acordado ambos, siendo hija de la secretaria y del prestigiosa empresario, una bastarda en pocas palabras, sería inapropiado cargar con ese apellido.

- ¡ah! Buenos días Sagara-

El chico al lado de ella la miraba descaradamente, mientras caminaban con rumbo al salón de clases, desde que la vio por primera vez el día anterior le había gustado, tenía que admitirlo era muy hermosa… vestía un pantalón de mezclilla azul marino a la cadera, una camisa de mangas que llegaba al ras del pantalón color naranja, pudiéndose ver su ombligo, su cabello por una coleta baja que llegaba hasta su coxis, a pesar de la belleza de su rostro, siempre con un tono rosado en las mejillas, su nariz respingada, sus ojos chocolate cristalinos que adornaban unas tupidas pestañas rizadas, y su cuerpo… era para volverse loco, tenía las curvas perfectas, a los ojos de todos era deliciosa.

Llegó el receso, salió con sus nuevos “amigos” al patio de la escuela, se sentaron algunos en la banca que estaba en el césped y otros más en el pasto.

- Higurashi… tu conoces a ese chico ¿no?- habló una de las presentes mientras se tomaba la mejilla con una mano- Taisho Inuyasha…-suspiró diciendo su nombre
- no, no lo conozco- ladeó el rostro
- entonces por que ayer se te acercó- dijo otra de las chicas
- no tengo idea- se encogió de hombros
- si Taisho se acercara a mi creo que moriría- volvió a suspirar
- Yucca como eres dramática, hubieras estudiado teatro- rió junto con uno de los acompañantes sabiendo lo mal que le iba en la Universidad.
- ¡Eri!- hizo un pequeño puchero
No vio a su medio hermano en todo el día, mejor para ella, pensó, aún no tenia ganas de verle la cara… frunció los labios, tomó el mismo transporte por el que vino y llegó a la gran mansión, suspiró antes de entrar.


La recibió el anciano Mioga, llegaba justo a la hora de comer, con el hambre que tenía no se negó esta vez, fue hacia el comedor y para su sorpresa su padre y su esposa estaban ahí.

- ¡Kagome! Hace mucho que no veía- se paró de su asiento- por favor toma asiento- dirigió su mano hacia la silla en la cual debía sentarse, junto a Inuyasha
- ¡no!- pegó las manos en la fina mesa- ¡no voy a comer junta a esa!- miró a su esposo
- pero… Querida…-
- ¡ya he dicho que no!- miraba desafiante a su esposo
- no se preocupe Señora- dijo en forma despectiva- no tenía intenciones de comer con ustedes, permiso- caminó hasta la cocina
- señorita… ¿que ha pasado?- dejó el rodillo en la mesa
- nada, solo vengo a hacerte compañía- se sentó en el banco frente a la mesa donde preparaban los alimentos
- deja te sirvo de comer- se acercó a la estufa, donde aún estaba la sopa recién hecha
Miraba el plato con la comida dentro, pasaba la cuchara, revolviendo tranquilamente, agarrando un poco de sopa con esta y dejándola caer.
- ¿Por qué juegas con la comida?- sonó una voz, y se sentó junto a ella, dejando un plato en la mesa
- Inuyasha…- lo miró, era la persona que menos se esperaba- por que sí, aparte… ¿no deberías estar con tus padres en el comedor?- entrecerró los ojos
- se supone… pero prefiero comer aquí, contigo- apoyó su cabeza en su mano


¡Kami! Su corazón comenzó a latir rápidamente, y sentía como sus mejillas se sonrojaban, ¿pero que era eso?, sus mejillas sonrosadas comenzaron a tornarse un color más fuerte, carmín, Inuyasha la vio, sus ojos eran un color que no era ordinario, dorado… eran transparentes, bajó su mirada, inspeccionando cada parte de él, su corazón seguía corriendo, tragó al ver sus labios, pronunciando algo inaudible para ella, no pudo más, tenía que salir de ahí o su corazón iba a estallar.

- ¡Kagome!- solo escuchó al salir corriendo de la cocina, para llegar hasta su cuarto.

Se puso de espaldas a la pared y recargó su cabeza… agarró la camisa en la posición del corazón, arrugándola, le dolía… caminó apoyándose en lo que fuera hasta llegar a la cama en donde se recostó sin dejar de arrugar la prenda naranja, trató de respirar profundo, para que se calmara su corazón, pero este aún seguía en esa carrera que parecía interminable, por fin lo comprendió… a pesar de lo que dijera ella y a pesar de negarlo por años… desde que lo volvió a ver en esa puerta… pasó lo inevitable…

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola mi niña...que bien que pudiste abrir el blog esta muy bonito, ains y los capitulos muy buenos, tu sabes que ya los leimos, pero aqui estaremos apoyándote como siempre amiga de mi corazón, espero que más personas lo visiten....lo promocionaré¡¡¡¡¡te adoro mucho amiga y estoy muy contenta de poder conversar contigo nuevamente...nos vemos por msn y aqui me tendrás seguido...cuidese mucho, bendiciones y miles de besitos...Cynthia-San_Cheng...